EL PODER DE LA INFANCIA
1912
LEÓN TOLSTÓI
(ruso)
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León Tolstói |
¡Que lo maten! ¡Que lo fusilen! ¡Que fusilen
inmediatamente a ese canalla...! ¡Que lo maten! ¡Que corten el cuello a ese
criminal! ¡Que lo maten, que lo maten...! —gritaba una multitud de hombres y
mujeres, que conducía, maniatado, a un hombre alto y erguido. Este avanzaba con
paso firme y con la cabeza alta. Su hermoso rostro viril expresaba desprecio e
ira hacia la gente que lo rodeaba.
Era uno de los que, durante la guerra civil,
luchaban del lado de las autoridades. Acababan de prenderlo y lo iban a
ejecutar.
«¡Qué le hemos de hacer! El poder no ha de estar
siempre en nuestras manos. Ahora lo tienen ellos. Si ha llegado la hora de
morir, moriremos. Por lo visto, tiene que ser así», pensaba el hombre; y,
encogiéndose de hombros, sonreía, fríamente, en respuesta a los
gritos de la multitud.
—Es un guardia. Esta misma mañana ha tirado contra
nosotros —exclamó alguien.
Pero la muchedumbre no se detenía. Al llegar a una
calle en que estaban aún los cadáveres de los que el ejército había matado la
víspera, la gente fue invadida por una furia salvaje.
—¿Qué esperamos? Hay que matar a ese infame aquí
mismo. ¿Para qué llevarlo más lejos?
El cautivo se limitó a fruncir el ceño y a levantar
aún más la cabeza. Parecía odiar a la muchedumbre más de lo que esta lo odiaba
a él.
—¡Hay que matarlos a todos! ¡A los espías, a los
reyes, a los sacerdotes y a esos canallas! Hay que acabar con ellos, en
seguida, en seguida... —gritaban las mujeres.
Pero los cabecillas decidieron llevar al reo a la
plaza.
Ya estaban cerca, cuando de pronto, en un momento de
calma, se oyó una vocecita infantil, entre las últimas filas de la multitud.